¿Cuándo hay que ignorar la rabieta de tu hijo? ¿Cuándo hay que actuar? Conozca algunos consejos y estrategias que le ayudarán a manejar este comportamiento tan común.
Muchos padres han pasado por una situación como ésta, aunque la rabieta haya adoptado una forma ligeramente diferente; llorar, pegar, patear, pisotear, tirar cosas y aguantar la respiración son todas técnicas populares de rabietas.
Las rabietas son muy frecuentes en los niños, sobre todo entre los 1 y los 4 años de edad -la primera parte de la cual se denomina a veces los "terribles 2 años"-, cuando los niños todavía están aprendiendo a comunicarse eficazmente. Más de la mitad de los niños pequeños tienen una o más rabietas a la semana para descargar sus frustraciones y protestar por su falta de control.
Aunque son una parte normal del repertorio de los niños pequeños, las rabietas pueden resultar angustiosas para los padres. Cuando ocurren con poca frecuencia, las rabietas no son un gran problema y es mejor ignorarlas. Es cuando se vuelven regulares o intensas cuando los padres deben analizar qué las causa y encontrar la manera de detenerlas.
Factores desencadenantes de las rabietas
Algunos niños son más propensos a las rabietas, sobre todo los que son intensos, hiperactivos o malhumorados, o los que no se adaptan bien a los nuevos entornos. Para la mayoría de los niños pequeños, las rabietas son simplemente una forma de descargar su frustración y poner a prueba los límites (¿me comprará mamá ese juguete si grito muy fuerte?).
Las cosas más pequeñas, desde pedirles que se bañen mientras están viendo Barrio Sésamo hasta solicitar que compartan su peluche favorito con un hermano menor, pueden hacer estallar a los niños pequeños. Cualquier situación que implique un cambio puede provocar una rabieta. Si añadimos el cansancio o el hambre a la ecuación, los niños, cuyo umbral de tolerancia es aún más bajo, son aún más propensos a sufrir una rabieta.
Cómo frenar los gritos
La forma más fácil de parar una rabieta es dar al niño lo que quiere. Obviamente, esa estrategia no te servirá de nada a largo plazo, porque tu hijo entrará constantemente en modo rabieta cada vez que quiera algo.
El primer paso para desactivar una rabieta es mantener tu propio temperamento bajo control. No vas a conseguir nada con tu hijo si los dos os gritáis el uno al otro. Tampoco es buena opción pegar a tu hijo, ya que sólo empeorará la rabieta. Respira hondo, controla tus emociones y luego disciplina a tu hijo haciéndole saber con calma pero con firmeza que las rabietas no son un comportamiento aceptable.
Si tu hijo sigue sin calmarse y sabes que la rabieta es sólo una estratagema para llamar tu atención, no cedas. Aunque tengas que atravesar el supermercado arrastrando a tu hijo gritón, ignora la rabieta. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero mantente firme y, con el tiempo, la duración disminuirá y sabrá que vas en serio y que esto no va a funcionar. Cuando tu hijo se dé cuenta de que la rabieta no le lleva a ninguna parte, dejará de gritar.
Si tu hijo está molesto hasta el punto de estar inconsolable o fuera de control, abrázalo con fuerza para calmarlo. Dígale suavemente que le quiere pero que no le va a dar lo que quiere. Si eso no funciona, retíralo de la situación y ponlo en un tiempo muerto durante uno o dos minutos para que se calme. La pauta general para la duración de un tiempo muerto es de un minuto por cada año de edad del niño.
También está bien que te tomes un descanso si sientes que estás perdiendo el control. Pon a tu bebé en un lugar seguro, como una cuna o un corralito, y tómate unos minutos para reagruparte. Ve a otra habitación y escucha música, llama a un amigo o haz algo relajante.
Tácticas para prevenir las rabietas
En lugar de tener que parar una rabieta después de que empiece, prevenla siguiendo estos consejos:
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Evita las situaciones en las que es probable que estallen las rabietas. Intente mantener las rutinas diarias lo más consistentes posible y avise a su hijo con cinco minutos de antelación antes de cambiar de actividad.
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Comunícate con tu hijo pequeño. No subestimes su capacidad para entender lo que dices. Cuéntales el plan del día y mantén tu rutina para minimizar las sorpresas.
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Permita que su hijo se lleve un juguete o un alimento mientras usted hace los recados. Puede ayudarles a mantenerse ocupados.
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Asegúrate de que tu hijo está bien descansado y alimentado antes de salir para que no estalle a la menor provocación.
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Aparta las tentaciones fuera de límite (por ejemplo, no dejes chocolatinas tiradas en la encimera de la cocina cerca de la hora de la cena) para que no den lugar a batallas.
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Dale a tu hijo pequeño un poco de control. Deja que tu hijo elija qué libro llevar en el coche o si quiere queso a la plancha o mantequilla de cacahuete y mermelada para comer. Estas pequeñas elecciones no supondrán una gran diferencia para ti, pero harán que tu hijo sienta que tiene al menos algo de control sobre su propia vida.
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Elige tus batallas. A veces puedes ceder un poco, sobre todo cuando se trata de cosas pequeñas. Prefieres dejar que tu hijo vea 15 minutos más de televisión o escucharlo... gritar durante 30 minutos?
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Distrae. La atención de un niño pequeño es fugaz y fácil de desviar. Cuando la cara de tu hijo empiece a arrugarse y enrojecerse de esa forma tan reveladora, abre un libro u ofrécete a ir a dar un paseo al parque antes de que pueda convertirse en una rabieta en toda regla. A veces, el humor es la mejor manera de distraer. Pon una cara graciosa, cuenta un chiste o inicia una pelea de almohadas para que tu hijo deje de pensar en lo que le molesta.
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Enséñele a su hijo otras formas de lidiar con la frustración. A los niños que tienen edad para hablar se les puede recordar que usen sus palabras en lugar de gritar.
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Elogie a su hijo cuando lo haga bien. Cuando mantenga la calma en una situación que normalmente habría desencadenado una rabieta, dile que ha hecho un buen trabajo controlando su temperamento. Incluso cuando disciplines a tu bebé, asegúrate de hacerle saber que le quieres pase lo que pase. Los comentarios positivos ayudan a aumentar la autoestima.
Si las rabietas son cada vez más frecuentes, no han cesado hacia los 4 años o tu hijo corre el riesgo de hacerse daño a sí mismo o a los demás, es hora de llamar al pediatra.