Cuando a un niño se le diagnostica diabetes de tipo 1, es un gran ajuste. Pero los niños con tipo 1 pueden llevar, y de hecho llevan, una vida activa y saludable.
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Cada año se diagnostican cerca de 20.000 nuevos casos de diabetes de tipo 1. Se trata de una enfermedad que dura toda la vida y que puede acarrear graves complicaciones, sobre todo si no se controla bien. Con un control cuidadoso y un uso adecuado de la insulina, puede encaminar a su hijo hacia una vida larga y saludable.
Insulina
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La diabetes tipo 1 significa que el cuerpo de su hijo no produce suficiente insulina, una hormona que ayuda a convertir el azúcar en energía. Necesita recibirla varias veces al día para poder procesar el azúcar. Puede recibirla mediante inyecciones o una bomba. Revisará las opciones con el equipo médico de su hijo. Juntos elaborarán un plan específico para su hijo.
Nivel de glucosa
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Cuando su cuerpo no produce suficiente insulina, sus niveles de azúcar en sangre (o glucosa en sangre) pueden aumentar demasiado. Tendrá que controlar cuidadosamente los niveles de su hijo en todo momento. (Y cuando tengan edad suficiente, tendrán que hacerlo ellos mismos).
Su médico y su equipo de atención sanitaria le ayudarán a encontrar el medidor de glucosa en sangre adecuado para su hijo y le enseñarán a utilizarlo.
Demasiado alto, demasiado bajo
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Si los niveles de azúcar en sangre son demasiado altos, se llama hiperglucemia. Los síntomas incluyen piel seca, más sed y necesidad de orinar con frecuencia. Cuando los niveles son demasiado bajos, se denomina hipoglucemia o shock insulínico. Los síntomas de su hijo pueden incluir dolores de cabeza, fatiga, escalofríos y hambre. Es importante tratarla rápidamente.
Trabaje con un equipo médico
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Su hijo deberá acudir al médico al menos cuatro veces al año. Si tiene problemas para controlar sus niveles de glucosa, puede ser incluso más que eso. Si el médico realiza cambios en el plan de cuidados de su hijo, es posible que tenga que hablar con él una vez a la semana o más.
Tener el tipo 1 hace que su hijo corra un mayor riesgo de padecer otros problemas de salud, como problemas en los pies, los ojos o los riñones. Su hijo deberá someterse a revisiones oculares periódicas, y es posible que también quiera reunirse con un nutricionista. También es posible que quiera acudir a un educador en diabetes, un profesional que ayuda a las personas a entender y controlar la diabetes.
Come bien
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La dieta también es una parte fundamental para controlar la diabetes de tus hijos. Tendrá que leer las etiquetas de los alimentos, contar los carbohidratos y aprender cómo afectan los distintos alimentos a los niveles de glucosa. La Asociación Americana de la Diabetes enumera algunos superalimentos para la diabetes, es decir, alimentos saludables que tienen un bajo impacto en los niveles. Entre ellos se encuentran las judías, las verduras de hoja verde oscura, algunos pescados, los frutos secos, las frutas y las bayas. Asegúrate de tener muchos de ellos en la dieta de tu familia.
No es necesario prohibir los dulces
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Está bien que su hijo coma una galleta, un pastel o un helado de vez en cuando, siempre que usted controle los niveles y haga ajustes.
Si su hijo se da un capricho, hágalo en una porción más pequeña, y reste un carbohidrato que produzca azúcar (por ejemplo, patatas o un bollo) de una comida para compensarlo.
Horario de las comidas
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El momento en que el niño come también puede afectar a los niveles de glucosa. Si una comida es más tarde de lo normal, haga que su hijo coma un bocadillo saludable antes para mantener un buen nivel de glucosa. Si es más temprano, controle que los niveles no sean demasiado altos.
Manténgase en movimiento
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Mantenerse activo, ya sea en el patio trasero o con el equipo local de las ligas menores, es una parte esencial de un estilo de vida saludable para todos los niños. El ejercicio puede reducir los niveles de glucosa en sangre, lo cual es estupendo, a menos que bajen demasiado. Compruebe los niveles antes y después de que su hijo juegue o haga ejercicio.
Esté preparado
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Si el nivel de azúcar de su hijo es demasiado alto, tendrá que beber agua, inyectarse insulina o hacer ejercicio.
Si baja demasiado, necesitará un zumo de frutas, un caramelo duro o pastillas de glucosa.
Tu hijo debe llevar siempre un botiquín. Debe incluir insulina y agujas, números de contacto, pilas de repuesto para el medidor o la bomba, tiras reactivas y lancetas, y una fuente de glucosa de acción rápida (como las pastillas de glucosa).
Deben llevar en todo momento una identificación médica que permita saber que tienen diabetes tipo 1.
Informe a los cuidadores
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Informe a la gente sobre la diabetes de su hijo. No puede estar con su hijo en todo momento. Los directores de los colegios, las enfermeras, los entrenadores, las niñeras, los vecinos... todos deben estar informados. Asegúrese de que saben qué hacer en caso de emergencia. Y asegúrese de que saben dónde encontrar el kit de emergencia.
Apoyo emocional
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Lidiar con una enfermedad crónica que debe ser controlada en todo momento es mucho para tu hijo. Además de los niveles de azúcar en sangre, tendrá que prestar atención a los sentimientos de su hijo. A veces, puede sentirse preocupado, abrumado e incluso deprimido. Muchas familias descubren que es útil contar con la ayuda de un experto en salud mental desde el principio.
Crecer con diabetes
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A medida que tu hijo crece, puedes notar que sus niveles cambian. Y lo que antes funcionaba ya no lo hace. Las hormonas y la pubertad pueden influir. Trabaje con su médico para mantener los niveles donde deben estar. A medida que su hijo crezca, aprenderá a controlar su diabetes por sí mismo.
Adolescente responsable
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Cuando tu hijo tenga la edad suficiente para conducir, debe entender sus responsabilidades añadidas en torno a la conducción. Además de tomar todas las precauciones de seguridad, deben asegurarse de que sus niveles son buenos antes de ponerse al volante. Tendrá que comprobarlos cada vez y asegurarse de que lleva su kit.
Su hijo también debe saber que el alcohol puede tener efectos peligrosos sobre los niveles de glucosa. Puede dificultar el reconocimiento de las señales de que no están bien y puede llevar a una mala toma de decisiones sobre la corrección de los niveles.