Aprenda más del médico sobre el cáncer de hígado, incluyendo cómo se diagnostica y se trata.
El cribado para la detección precoz del cáncer de hígado primario no se realiza de forma rutinaria, pero puede considerarse en personas con alto riesgo de padecer la enfermedad. Sin embargo, los estudios no han determinado si el cribado es beneficioso para las personas que no tienen un riesgo elevado. Para diagnosticar el cáncer de hígado, el médico debe descartar otras causas de disfunción hepática.
Los pacientes de alto riesgo son los que padecen una enfermedad llamada hemocromatosis, hepatitis crónica y alcohólicos.
Las pruebas adicionales incluyen:
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Los análisis de sangre que miden los marcadores tumorales -los niveles de estas sustancias aumentan en la sangre si alguien tiene un cáncer concreto- pueden ayudar al diagnóstico. Los cánceres de hígado segregan una sustancia llamada alfa fetoproteína (AFP) que normalmente está presente en los fetos pero que desaparece al nacer. Una AFP elevada en los adultos puede indicar un cáncer de hígado, ya que se produce en el 70% de los cánceres de hígado. Los niveles elevados de hierro también pueden ser un marcador tumoral.
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La imagen con ultrasonidos es la prueba diagnóstica inicial, ya que puede detectar tumores de tan solo un centímetro. Para el diagnóstico y la estadificación de estos tumores se utilizan el TAC de alta resolución y la RMN de contraste.
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Una biopsia de hígado permitirá distinguir un tumor benigno de uno maligno. Sin embargo, dependiendo de los resultados de otras pruebas, podría no ser necesaria una biopsia para diagnosticar el cáncer.
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La laparoscopia, que utiliza herramientas y cámaras a través de pequeñas incisiones, es útil para detectar pequeños tumores, determinar la extensión de la cirrosis u obtener una biopsia, y confirmar pruebas anteriores, entre otras cosas.
Cuáles son los tratamientos para el cáncer de hígado?
Cualquier cáncer de hígado es difícil de curar. El cáncer de hígado primario rara vez se detecta de forma temprana, cuando es más tratable. El cáncer de hígado secundario o metastásico es difícil de tratar porque ya se ha extendido. La compleja red de vasos sanguíneos y conductos biliares del hígado dificulta la cirugía. La mayor parte del tratamiento se concentra en hacer que los pacientes se sientan mejor y quizás vivan más tiempo.
Los pacientes con tumores en fase inicial que pueden ser extirpados quirúrgicamente tienen las mejores posibilidades de supervivencia a largo plazo. Por desgracia, la mayoría de los cánceres de hígado son inoperables en el momento en que se diagnostican, ya sea porque el cáncer está demasiado avanzado o el hígado está demasiado enfermo para permitir la cirugía. En algunos pacientes, la quimioterapia se administra directamente en el hígado (quimioembolización) para reducir los tumores a un tamaño que haga posible la cirugía. En algunos casos, también puede hacerse sin quimioterapia (embolización blanda), utilizando en su lugar etanol. Los pacientes en remisión deben ser vigilados de cerca para detectar posibles recidivas.
La crioterapia, o congelación del tumor, y la ablación por radiofrecuencia (ARF), que utiliza ondas de radio para destruir el tumor, pueden utilizarse para tratar algunos casos de cáncer de hígado. La radioterapia puede administrarse de varias maneras, pero tiene sus limitaciones debido a la baja tolerancia del hígado a la radiación. Cuando se utiliza, la función de la radiación es aliviar los síntomas fuera del hígado o aliviar el dolor dentro del hígado al reducir el tamaño del tumor. La terapia de radioembolización utiliza sustancias para cortar el suministro de sangre al tumor.
Un trasplante de hígado puede ser una opción para quienes padecen tanto cáncer de hígado como cirrosis. Aunque este procedimiento es arriesgado, ofrece algunas posibilidades de supervivencia a largo plazo.
El cáncer de hígado avanzado no tiene un tratamiento curativo estándar. La quimioterapia y las dosis bajas de radiación pueden controlar la propagación del cáncer y aliviar el dolor, pero su beneficio es modesto en este tipo de cáncer. La mayoría de los pacientes reciben analgésicos junto con fármacos para aliviar las náuseas, mejorar el apetito y reducir la hinchazón abdominal o de la parte inferior del cuerpo. El sorafenib (Nexavar) y el regorafenib (Stivarga) son fármacos dirigidos que pueden mejorar la supervivencia global del cáncer de hígado avanzado.
Además, el lenvatinib (Lenvima), el nivolumab (Opdivo) y la combinación de atezolizumab (Tecentriq) más bevacizumab (Avastin, Mvasi, Zirabevcan) también pueden utilizarse para tratar el cáncer de hígado avanzado.
Las personas con cáncer de hígado avanzado pueden optar por participar en ensayos clínicos que prueben nuevos enfoques de tratamiento.