Combatir la grasa, combatir el cáncer
El ejercicio regular ayuda a mantener a raya el cáncer de mama.
De los archivos del médico
13 de marzo de 2000 (Cambridge, Massachusetts) -- Becky Boock siempre ha sido una atleta devota, que se deleita con la emoción de la carrera. Esta canadiense de 19 años, antigua corredora y nadadora de competición, participa en al menos tres triatlones cada verano. Ahora tiene una razón más para seguir moviéndose: Boock perdió recientemente a su madre por un cáncer de mama.
"El ejercicio es para mí un desahogo y una forma de prevención", dice. "Sólo puedo esperar que mi estilo de vida saludable me ayude a mantenerme a salvo". Boock no está sola en esta esperanza.
Incluso las mujeres que no han perdido a un familiar a causa del cáncer de mama suelen ser las que más temen esta enfermedad. Y hasta hace poco, los expertos no podían ofrecer pruebas sólidas a quienes se preguntaban si factores del estilo de vida como el ejercicio podrían reducir su riesgo.
Pero ahora eso está cambiando. Tras años de resultados contradictorios, está surgiendo un nuevo consenso. Son muy buenas noticias para las mujeres que ya hacen ejercicio, así como para cualquiera que busque una nueva razón para motivarse: Parece que el ejercicio regular puede reducir las posibilidades de que una mujer sufra cáncer de mama.
El último estudio, publicado en el número del 19 de enero de la revista Journal of the National Cancer Institute, ha descubierto que las mujeres activas tienen un 30% menos de probabilidades de padecer la enfermedad. El pasado mes de octubre, investigadores de la Universidad de Harvard publicaron los resultados del Estudio de Salud de las Enfermeras a gran escala, que mostraban que las personas que hacían ejercicio con regularidad reducían su riesgo en un 20%. "Si se toman todos los datos en conjunto, hay una reducción moderada del riesgo", dice la doctora Beverly Rockhill, autora principal del estudio de Harvard.
Lanzamiento científico de tomates
Los datos no siempre han apuntado en esta dirección. De hecho, en un análisis anterior de los datos del Nurses' Study, Rockhill y sus colegas no pudieron demostrar que el ejercicio ofreciera ningún escudo. "No encontramos ningún efecto protector en absoluto", dijo entonces Rockhill. Otros investigadores citados en un artículo de revisión publicado en el número del 21 de enero de 1998 de la revista Journal of the National Cancer Institute descubrieron que el ejercicio reducía el riesgo antes -pero no después- de la menopausia. Otros citados en ese artículo encontraron precisamente lo contrario. Y al menos un estudio revisado allí mostró que el ejercicio aumentaba el riesgo.
¿A qué se debe este tira y afloja? Principalmente, dicen los investigadores, porque es difícil determinar con exactitud cuánto ha hecho una mujer de ejercicio durante su vida. Muchos estudios han preguntado a las mujeres cuánto ejercicio hicieron en un momento determinado, y luego han extrapolado esa cantidad a lo largo de varios años. "Es de vital importancia que se pregunte a las mujeres sobre su historial de ejercicio a lo largo de la vida", dice la doctora Leslie Bernstein, epidemióloga de la Universidad del Sur de California.
Bernstein fue pionera en una forma de medir la actividad a lo largo de la vida que se basa en entrevistas detalladas. En un importante estudio que utilizó este método, publicado en el número del 21 de septiembre de 1994 del Journal of the National Cancer Institute, Bernstein descubrió que un hábito de ejercicio regular reducía el riesgo de cáncer de mama en un enorme 40%. Los métodos de Bernstein dan más peso a su estudio que a muchos otros, y apoyan los argumentos a favor del efecto protector del ejercicio, dice la doctora Marilie Gammon, epidemióloga de la Universidad de Carolina del Norte.
La biología refuerza el caso
También hay razones fisiológicas plausibles por las que el ejercicio debería ayudar, dicen los investigadores que han estudiado la cuestión. Con cada periodo menstrual, la hormona estrógeno recorre el cuerpo de la mujer, impulsando la división de sus células mamarias. Los expertos sospechan que cuantos más aumentos de estrógeno experimente una mujer, mayor será su riesgo de padecer cáncer de mama.
El ejercicio puede reducir la cantidad de estrógeno que produce el cuerpo de varias maneras. Las jóvenes que son muy activas pueden retrasar el inicio de la menstruación. Las mujeres adultas que hacen ejercicio, aunque sea moderado, probablemente ovulen con menos regularidad, aunque sus periodos continúen. Las mujeres posmenopáusicas cuyos ovarios ya no bombean la hormona siguen expuestas a una versión del estrógeno producida por las reservas de grasa; hacer suficiente ejercicio para mantener el peso y convertir la grasa en músculo debería reducir la exposición de las mujeres mayores al estrógeno y, por tanto, también su riesgo.
Lo que sigue siendo un poco confuso es la cantidad exacta de ejercicio que debe hacer una mujer y en qué momento de su vida debe hacerlo. Más parece ser mejor, pero algo es mejor que nada. El estudio de Bernstein, por ejemplo, descubrió que las mujeres que hacían cuatro horas de ejercicio a la semana estaban más protegidas que las que sólo hacían dos.
Por ahora, la mayoría de los expertos sugieren que las mujeres que esperan reducir sus posibilidades de padecer cáncer de mama sigan la recomendación del Cirujano General de realizar al menos 30 minutos de actividad moderada -como caminar a paso ligero- al día. Y, por supuesto, deben seguir haciéndose exámenes de mama y mamografías con regularidad, que siguen siendo la mejor protección de todas.
En cuanto a Becky Boock, esta primavera participará en una carrera en su ciudad natal que significa para ella más que ninguna otra: Una carrera de relevos de 10 km por el Día de la Madre que recaudará fondos para la investigación del cáncer de mama. Los organizadores han dedicado la carrera a la madre de Boock.
Tinker Ready es una escritora independiente sobre salud y ciencia con sede en Cambridge, Massachusetts. Su trabajo aparece regularmente en el Boston Globe y Nature Medicine.