¿Qué hay de nuevo en el tratamiento del trastorno bipolar?

Por la doctora Paula Zimbrean, en declaraciones a Hallie Levine

En las últimas dos décadas se han producido grandes avances en el tratamiento del trastorno bipolar. Hemos aprendido que hay varios tipos: bipolar I, bipolar II y ciclotímico. Todos se presentan de forma diferente y requieren tratamientos distintos.

Hemos mejorado en la determinación de si los síntomas se deben realmente al trastorno bipolar o a otra cosa. Y hemos desarrollado nuevos tratamientos innovadores que son más fáciles para el cuerpo y hacen posible que las personas con trastorno bipolar lleven una vida plena. Esto es lo que más me entusiasma.

Nos hemos alejado del litio.

Un estudio publicado en la revista American Journal of Psychiatry analizó los datos recogidos durante 2 décadas -de 1997 a 2016- y descubrió que hoy en día es mucho más probable que a los pacientes se les recete un antipsicótico o un medicamento antidepresivo que un estabilizador del estado de ánimo como el litio. No hay duda de que el litio es un medicamento importante

cuando se trata de trastorno bipolar, y es muy eficaz. Pero conlleva un riesgo de efectos secundarios, sobre todo en dosis altas, entre los que se encuentran la enfermedad renal y la tiroidea. He trabajado con pacientes que tomaron litio durante muchos años y que acabaron necesitando trasplantes de riñón. La buena noticia es que hoy sabemos mucho más sobre el litio y su funcionamiento, por lo que cuando necesitamos utilizarlo, recetamos dosis mucho más bajas.

En las últimas dos décadas, también nos hemos dado cuenta de que algunos de los medicamentos anticonvulsivos, como la carbamazepina, la lamotrigina y el valproato, son formas eficaces de tratar la manía del trastorno bipolar. Al mismo tiempo, también estuvo disponible un grupo de medicamentos conocidos como antipsicóticos de segunda generación. Estos medicamentos, que incluyen el aripiprazol, la olanzapina, la quetiapina y la risperidona, entre otros, conllevan un menor riesgo de efectos secundarios que los antipsicóticos anteriores. Estos efectos secundarios incluyen el aumento de peso, la elevación de los niveles de colesterol y azúcar en sangre, y la discinesia tardía, es decir, movimientos rígidos y espasmódicos de la cara y el cuerpo.

Cada vez se aprueban más medicamentos de este tipo. Algunos parecen tener un riesgo mucho menor de efectos secundarios, como el aumento de peso o la elevación del colesterol o los niveles de azúcar en sangre. Algunos también parecen tener menos probabilidades de interactuar con otros medicamentos, algo que me preocupa a diario como prescriptor.

Hay más medicamentos de larga duración.

Otro avance importante ha sido la disponibilidad de antipsicóticos atípicos de acción prolongada. Estos fármacos desempeñan un papel importante en el tratamiento del trastorno bipolar, ya que suele haber una alta tasa de incumplimiento. Pero medicamentos como el monohidrato de aripiprazol y la risperidona están ahora disponibles como inyectables de acción prolongada, que se administran en la consulta del médico cada dos semanas o una vez al mes. Esto es mucho más aceptable para las personas con trastorno bipolar, especialmente las que son activas y no quieren pensar en tomar una pastilla cada día. Las investigaciones demuestran que estos inyectables a largo plazo mejoran los resultados de la recuperación. Es más probable que las personas sigan el tratamiento y consigan controlar los síntomas. Es de esperar que en el futuro veamos más y más de ellos.

Estamos cambiando hacia la terapia génica.

Sabemos que hay genes específicos asociados al riesgo de desarrollar un trastorno bipolar. Este mismo año, el mayor estudio genético sobre el trastorno bipolar realizado hasta ahora ha podido identificar 64 puntos diferentes en el genoma que aumentan las probabilidades de padecerlo. Pero aún no hemos llegado a la conclusión de que la modificación de ciertos genes curará la enfermedad. La esperanza es que, con el tiempo, podamos aplicar al trastorno bipolar lo que se conoce como medicina de precisión. Lo ideal sería analizar el gen de un paciente para averiguar de qué tratamientos y terapias específicas se beneficiará más, al igual que hacemos con los pacientes de otras enfermedades, como el cáncer de mama.

Hay medicamentos para tratar los efectos secundarios no deseados.

Una de las razones por las que la gente no sigue su régimen de medicación es por efectos secundarios como el aumento de peso o la discinesia tardía. Pero estamos aprendiendo que hay otros fármacos que podemos darles para contrarrestar estos efectos secundarios. Por ejemplo, ahora utilizamos a menudo la metformina para ayudar a revertir las subidas de azúcar en sangre, o el anticonvulsivo topiramato para contrarrestar el aumento de peso. Aunque nunca hay que dar a los pacientes demasiadas recetas, estos fármacos pueden contrarrestar algunos de los efectos adversos que dificultan que algunas personas tomen la medicación antipsicótica a largo plazo. Con el tiempo, esperamos que las farmacias puedan combinar dos o tres fármacos diferentes para maximizar la eficacia de un tratamiento y reducir el riesgo de efectos secundarios.

Las terapias no farmacológicas van en aumento.

El tratamiento electroconvulsivo puede ser eficaz para el trastorno bipolar que no ha respondido a los medicamentos. Consiste en enviar una corriente eléctrica a través del cerebro para provocar una convulsión controlada. Pero requiere anestesia general y tiene efectos secundarios como confusión, dolor de cabeza y náuseas. Ahora, los investigadores están estudiando si la estimulación magnética transcraneal (EMT), un procedimiento no invasivo que utiliza campos magnéticos para estimular las células nerviosas del cerebro, es eficaz. Las primeras investigaciones son prometedoras, especialmente para las fases depresivas del trastorno bipolar.

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