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Puedes hacer más fácil tu día a día con la artritis reumatoide (AR) acudiendo a la fisioterapia. Le ayudará a moverse mejor, a fortalecerse e incluso a tener menos dolor.
Para empezar, pida a su reumatólogo que le recomiende un fisioterapeuta. Es posible que tenga un fisioterapeuta con el que suele trabajar. También puede consultar el sitio web de la American Physical Therapy Associations (apta.org) para encontrar fisioterapeutas autorizados en su zona.
Establecer objetivos
Piensa en las cosas que más quieres mejorar. Es su excursión de fin de semana, recoger a sus hijos (o nietos), subir y bajar escaleras, empujar un carrito de la compra o estirarse para secarse el pelo?
Cuéntaselo a tu fisioterapeuta.
Podemos enseñarle movimientos y estiramientos que le ayuden a mejorar su fuerza y amplitud de movimiento, lo que le permitirá mantener esas importantes funciones diarias, dice el fisioterapeuta Jan Richardson, doctor y profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.
Supera tus límites... con seguridad
Es posible que en fisioterapia aprendas que puedes hacer más de lo que crees.
En el pasado, se pensaba que los pacientes con AR debían mantenerse alejados de los tipos de ejercicio aeróbico de alto impacto, como correr, así como del levantamiento de pesas, porque exacerbaría [empeoraría] la enfermedad, dice Richardson... Pero ahora está claro que las personas con AR que hacen ese tipo de cosas tienen en realidad unas articulaciones más sanas, incluso cuando envejecen.
Asegúrate de hacer ejercicio aeróbico (cardio), porque la AR puede suponer una mayor probabilidad de padecer una enfermedad cardíaca, dice Maura Iversen, profesora de fisioterapia, movimiento y ciencias de la rehabilitación en la Universidad de Northeastern.
¿Qué actividades te parecen divertidas? Pueden ser clases de tai chi, natación o yoga, dice Richardson. Un programa no necesariamente se ajusta a todos los pacientes, así que trabaja con tu fisioterapeuta para encontrar algo que funcione para ti.
Escuche a su cuerpo
Necesitas un buen equilibrio entre el descanso y el ejercicio. La fisioterapia es un buen lugar para sintonizar con eso.
El primer paso es aprender la diferencia entre un síntoma de inflamación articular y un dolor muscular por el ejercicio.
Si sus manos o muñecas se sienten calientes, hinchadas y doloridas, eso es diferente de un dolor que se siente después de comenzar un nuevo programa de ejercicios, dice Richardson. Su fisioterapeuta puede ayudarle a distinguir ambas cosas con el tiempo y a determinar cuándo está bien aumentar la actividad y cuándo reducirla.
Haz los deberes
La AR puede hacer que te duelan las articulaciones por la mañana.
Estira un poco antes de levantarte de la cama y comprueba qué articulaciones sientes rígidas y en cuáles quieres centrarte ese día, dice Iversen.
En tu próxima sesión de fisioterapia, cuéntale a tu fisioterapeuta lo que has sentido. Puede mostrarte más movimientos que te ayuden.
Si la AR le cansa, divida el ejercicio en casa en partes cortas. Hazlo poco a poco. Puede aumentar la frecuencia y la duración del ejercicio a medida que gane fuerza, movilidad y flexibilidad, dice Richardson.
Una vez que haya terminado la fisioterapia, ¡manténgase activo! Mantendrá los beneficios por los que tanto ha trabajado.