El largo viaje de un hombre hacia el diagnóstico de la AR

Cómo mantenerse en forma a través de la artritis reumatoide

Por Shishira Sreenivas

Andy Pendergrass creció en la zona rural de Luisiana como un niño extremadamente activo y atlético. Pero siempre le rondaba por la cabeza el hecho de que tanto su madre como su abuela materna tenían artritis reumatoide (AR). Pendergrass sabía que sus antecedentes familiares significaban que sus probabilidades de padecer la enfermedad autoinmune eran más altas que la media, pero descartó la posibilidad.

Jugaba al fútbol en el instituto, así que siempre me dolía algo, dice Pendergrass, de 33 años. Incluso si hubiera tenido un indicio de que podía ser AR, habría dicho que soy un hombre. Los chicos no lo entienden y lo generalizan así".

A los 23 años, Pendergrass finalmente supo que él también tenía AR. Pero el camino hacia su diagnóstico no fue sencillo ni directo. Aceptar su enfermedad tampoco fue fácil.

Un diagnóstico tardío

Pendergrass sospecha ahora que sus síntomas de AR aparecieron mucho antes, en el instituto. Fue entonces cuando notó un dolor que parecía extraño. Aun así, atribuyó los síntomas a la fascitis plantar, una forma de dolor de talón común entre quienes practican deportes intensos.

No fue hasta que Pendergrass fue a ver a su médico por una grave infección de los senos paranasales que buscó atención médica para su dolor de pies. El médico, dice Pendergrass, estuvo de acuerdo en que podría tratarse de una fascitis plantar, hasta que le comenté que me dolían mucho los dedos de los pies.

Consciente de que la AR era una enfermedad de familia, el médico pidió un análisis de sangre. Un par de días después, el médico llamó para confirmar el diagnóstico de AR y remitió a Pendergrass a un reumatólogo.

El reumatólogo, sin embargo, le dijo a Pendergrass que sus síntomas no se debían a la AR, sino a los pies planos.

El nuevo veredicto dejó a Pendergrass profundamente confundido. Tengo un arco muy grande en los pies, así que fue extraño, dice.

En ese momento, Pendergrass se estaba preparando para mudarse a Alaska con su nueva esposa, Polly. No tuvo tiempo de analizar los diagnósticos contradictorios. Decidí no molestarme con el dolor y posponerlo".

No fue hasta más tarde, cuando Pendergrass se trasladó a Missouri, y como sus dolores articulares continuaban, que decidió pedir una segunda opinión. Un nuevo reumatólogo confirmó que Pendergrass tenía efectivamente AR.

La noticia afectó mental y emocionalmente a Pendergrass, un joven que valoraba la actividad física.

En aquel momento, la mayor pregunta que me hacía era cómo iba a ser el resto de mi vida, dice.

La aceptación de su enfermedad de por vida llegó después de tiempo, investigación y apoyo, especialmente de la madre de Pendergrass.

Es difícil de entender para la gente que no tiene la enfermedad. Porque no pueden mirarme y decir cuándo tengo... brotes, dice. Esa es una de las cosas que ella entiende.

Mirando al futuro y tendiendo la mano

En la década transcurrida desde su diagnóstico, Pendergrass se las ha arreglado para mantener vivos sus sueños atléticos, aunque no pueda practicar cualquier deporte sin vacilar, como alguna vez imaginó. En los últimos dos años, también se ha metido en el CrossFit -una forma de ejercicios de entrenamiento a intervalos de alta intensidad que implican sentadillas, tirones y empujes con pesos ajustables- y disfruta jugando al golf. Atribuye a los entrenamientos de CrossFit el fortalecimiento de sus músculos y el alivio de la tensión en sus articulaciones.

Quiero aprovechar al máximo el tiempo que tengo para ser un atleta. Es mi pasión; es donde saco mi frustración, y me siento libre, dice. Y no quiero que la AR se entrometa en eso. Si eso significa que tengo que comer limpio, alejarme de los alimentos inflamatorios y estirarme más, que así sea".

Pendergrass regresó a su estado natal, Luisiana, hace un par de años. Vivir con una enfermedad crónica puede ser aislante, sobre todo para los que viven fuera de las grandes ciudades. Pero las redes sociales han proporcionado a Pendergrass una vía para encontrar apoyo y relacionarse con los demás.

Recientemente, creó una cuenta de Instagram @rheumadad para compartir su viaje.

Sinceramente, si hay algún joven por ahí, me gustaría conectar con él. Porque creo que nos falta una comunidad de jóvenes con artritis con la que poder compadecerse, con la que compartir ideas y a la que sentir que pertenezco, dice.

Pendergrass tiene ahora dos hijos pequeños. La idea de que sus hijos se conviertan en la cuarta generación con AR se le ha pasado por la cabeza. Pero Pendergrass se niega a pensar en ello.

No permito que esos pensamientos arraiguen en mi mente. Sé que es posible. No voy a meter la cabeza en la arena. Y así, si ocurre, nos enfrentaremos a ello. Me romperá el corazón.

El resto de tu vida no se va a consumir con tener AR. Puedes dejarlo, pero no deberías. La vida es mucho más que tener AR.

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