Médico del dolor, paciente del dolor: Cómo afectó el dolor crónico a Howard Heit, MD

De los archivos del doctor

En la noche del 28 de marzo de 1986, el coche de Howard Heit sufrió un choque frontal. Abandonó el lugar del grave accidente pensando en la suerte que tenía de no haber resultado herido. "Entre cuatro y seis semanas después, empecé a notar espasmos en los músculos del cuello y la parte superior de la espalda. Estos espasmos progresaron hasta convertirse en espasmos marcados en el cuello, los hombros y la parte superior de la espalda", recuerda.

El dolor nunca cesó. Todo el día, todos los días, le atormentaba. Le resultaba difícil caminar y casi imposible trabajar. Tuvo que recurrir a una silla de ruedas y a un corsé para desplazarse.

Heit acudió a varios médicos de la zona de Washington, D.C. Ninguno de ellos pudo averiguar qué le ocurría. Sus médicos probaron diversos tratamientos -masajes, fisioterapia y relajantes musculares-, pero ninguno le ofreció medicamentos para aliviar su constante agonía. "Nadie, a pesar de este tremendo dolor, me ofreció una pastilla para el dolor, a pesar de que no estaba durmiendo y estaba perdiendo peso", dice.

Y lo que es peor, sus médicos no parecían tomarse en serio su dolor. "Me decían tonterías como: 'El dolor está todo en tu cabeza'".

Heit no era un paciente cualquiera: también era un médico en activo. Internista y gastroenterólogo certificado, era jefe del Laboratorio Gastrointestinal del Hospital de Fairfax (Virginia) y profesor clínico adjunto de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown. Y Heit sabía que si la comunidad médica hacía caso omiso de su dolor, no había forma de que los pacientes que no tenían el beneficio de su experiencia médica obtuvieran el alivio del dolor que necesitaban.

"Empecé a pensar que si esto me ocurría a mí... nadie se ofrecía a discutir al menos el tratamiento del dolor conmigo... la persona media no tenía la oportunidad de recibir un tratamiento adecuado", dice.

(Lea el blog del experto en medicina "A Different Normal: Vivir con una enfermedad crónica").

Nueva dirección

Heit decidió que se convertiría en un especialista en el tratamiento del dolor y en un defensor de las personas que viven con dolor crónico. Se dio cuenta de que para convertirse en un especialista en dolor, tenía que entender no sólo el manejo del dolor, sino también la adicción, porque los analgésicos pueden crear hábito.

Obtuvo su diploma en medicina de la adicción de la Junta Americana de Medicina de la Adicción y asistió a reuniones de formación médica continua (CME) para aprender sobre ambas especialidades. En su antigua empresa, el Hospital de Fairfax, intercambió sus servicios: enseñó a los médicos de la zona sobre atención gastrointestinal a cambio de formación práctica en medicina de la adicción.

"En aquella época creé una consulta muy poco habitual. Pacientes que sólo tenían dolor, pacientes que sólo tenían adicción y pacientes que tenían ambas cosas", dice.

Vivir con dolor constante le dio a Heit una visión especial de sus pacientes. "Nunca podían decirme algo que no hubiera experimentado yo mismo. Me dio una gran empatía por nuestra población de pacientes y por lo terriblemente que les trataba la profesión médica."

Como especialista en dolor y adicción, Heit se distinguió también en otros aspectos. Mantenía su consulta pequeña para poder conocer a sus pacientes y ofrecerles una atención personalizada. "Dejé claro que iba a ser el capitán de su barco en lo que respecta al tratamiento del dolor. Coordinaría su atención, ya fuera con su médico de cabecera, su internista o su cirujano, para darles el mejor tratamiento del dolor posible". Cuando era necesario, derivaba a los pacientes a fisioterapeutas, consejeros u otros especialistas.

Heit nunca rechazaba a sus pacientes por admitir que tenían un historial de adicción, como habían hecho muchos de sus médicos anteriores. Si la adicción se convertía en un problema durante el tratamiento, ofrecía asesoramiento y orientación, pero dejaba claro que no permitiría el abuso de analgésicos.

Encontrar el alivio del dolor

Heit, que ahora tiene 67 años, encontró finalmente su propio alivio del dolor en una técnica de estimulación cerebral profunda administrada en la Universidad de Virginia. "Ya no uso silla de ruedas, ni corsé, ni bastón. La respuesta al estimulador cerebral profundo eliminó cerca del 90% de mi dolor y la mayoría de mis espasmos. Pude reanudar una vida bastante normal", dice. La estimulación cerebral profunda es una técnica que utiliza electrodos implantados en determinadas zonas del cerebro, que envían corrientes que esencialmente bloquean las señales que causan el dolor.

Tras la muerte de su esposa en 2010, Heit dejó de ejercer la medicina, pero sigue siendo un firme defensor de la atención al dolor, una práctica que, según él, es muy deficitaria. "El dolor está infratratado en este país", dice. "Las clínicas del dolor están más interesadas en los procedimientos que en dedicar tiempo a discutir las cosas en detalle con los pacientes".

Dolor crónico: los consejos de Heit

Entonces, ¿qué debes hacer si experimentas un dolor crónico, como le ocurrió a Heit, o un dolor unido a una adicción?

Heit recomienda buscar un médico hasta encontrar uno que no desestime lo que estás experimentando, alguien que esté dispuesto a sentarse y hablar realmente contigo sobre tu dolor. Para encontrar un especialista en el tratamiento del dolor, puedes ponerte en contacto con la Academia Americana de Medicina del Dolor o con la Junta Americana de Medicina del Dolor.

Cuando veas a un especialista en medicina del dolor por primera vez, puede ser útil llevar un diario del dolor. En él, anote lo que empeora sus síntomas y lo que parece aliviarlos. Anota también los nombres de los medicamentos que has estado tomando para el dolor, si necesitabas o no una receta para ellos y qué tal han funcionado.

No tengas miedo de hacer preguntas al médico. Y sigue insistiendo en el tratamiento hasta que consigas el alivio del dolor que necesitas.

Para Heit, encontrar una solución al dolor que le aquejaba supuso un cambio de vida. Pudo proporcionar ese mismo tipo de alivio a sus pacientes con dolor y adicción, que, según dice, se encontraban entre las personas más agradecidas que había tratado. "Les di la oportunidad de tener una calidad de vida", dice.

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