Cómo las dificultades de la vida pueden hacerte más resistente... dentro de unos límites.
Es cierto: Lo que no te mata te hace más fuerte. Hasta cierto punto.
Beth Elliott cuidó a su madre durante las últimas fases del cáncer. Menos de dos años después, su marido se enteró de que sólo le quedaban unos meses de vida. Seis meses después de su muerte, la propia Elliott fue diagnosticada de cáncer de tiroides.
¿Qué haría usted en su lugar? ¿Sucumbir al dolor y sentirte incapaz de seguir con tu vida? ¿O encontrar la manera de afrontarlo y seguir adelante? Elliott, de 40 años, estudiante universitaria en Hampton, Virginia, dice que al final se dio cuenta de que tenía "que elegir entre la vida y la felicidad o dejar que esto me hunda y seguir siendo miserable."
Adversidad y resiliencia
Resulta que el adagio es cierto: algunas adversidades en la vida nos hacen más fuertes o, al menos, más capaces de manejar los problemas cotidianos. Pero solo hasta cierto punto. En un estudio reciente se ha hecho un seguimiento de la salud mental y el bienestar general de casi 2.000 personas durante varios años, controlándolos mediante encuestas en línea. Se les pidió que enumeraran cualquier acontecimiento problemático, como un divorcio, la pérdida de uno de los padres o una catástrofe natural, que les hubiera ocurrido antes de comenzar la encuesta. También informaron de los acontecimientos adversos que habían ocurrido durante el periodo de la encuesta.
¿El resultado sorprendente? Aquellos que habían soportado previamente las dificultades eran más felices después. Eran más duros, en el buen sentido. "Las personas a las que la vida nunca les plantea retos no tienen la oportunidad de aprender a superar la adversidad, lo que les permite desarrollar estrategias de afrontamiento, identificar quiénes son los miembros importantes de su red social y sentirse competentes después de salir adelante", dice la doctora Roxane Cohen Silver, psicóloga de la Universidad de California en Irvine que dirigió el estudio.
Cuando hay demasiada adversidad
De hecho, aunque cada persona responde de forma diferente a la tragedia, los participantes en el estudio que nunca habían pasado por momentos difíciles tendían a tener una menor sensación de bienestar general. Después de una tragedia, la mayoría de nosotros acabamos recuperando nuestro anterior estado de bienestar. Pero hay un límite. Demasiados acontecimientos negativos pueden desbordar la capacidad de una persona para afrontarlos. En el estudio, dos o tres desgracias parecían aumentar la resiliencia, pero tener hasta 15 factores de estrés dificultaba el afrontamiento diario.
Antes de su muerte, el marido de Elliott le habló muchas veces de su futuro. Estas conversaciones reforzaron su fortaleza emocional. "Todo lo que me ha pasado me ha dado un regalo para ver lo fuerte y capaz que soy", dice.