Por Stephanie Booth
El tratamiento contra el cáncer puede afectar mucho, tanto física como emocionalmente, por lo que es común sentirse cansado. Es importante que se lo comentes a tu médico, pero también hay algunas medidas que puedes tomar para mantener la fatiga bajo control.
Ponte en movimiento.
Puede que no te apetezca mover un músculo, pero el ejercicio puede aumentar tu energía. (Asegúrate de que tu médico te da el visto bueno antes). Prueba a caminar o a realizar otra actividad moderada que te guste tan a menudo como puedas, aunque solo sean 15 minutos.
Tranquiliza tu mente.
Los entrenamientos mente-cuerpo como el yoga, el tai chi o el qi gong (una forma china de meditación en movimiento) pueden reducir la fatiga al ayudarte a concentrarte en la relajación.
No te compliques.
Calcula lo que hay que hacer hoy y lo que puedes dejar en suspenso. Reparte las actividades a lo largo del día y asegúrate de descansar entre ellas.
Duerme bien.
Una buena noche de sueño puede ayudarte a sentirte más descansado. Para ayudar a que eso ocurra, no te metas en la cama para leer o trabajar con el portátil. Apaga la música y todas las pantallas a la hora de dormir, y limita las siestas diurnas a una hora o menos. Justo antes de acostarte es también un buen momento para realizar actividades que te relajen, como meditar o escribir un diario.
Háblalo.
La ansiedad, el miedo y la desesperanza también pueden contribuir a la fatiga. Un terapeuta puede ayudarte a dejar salir algunos de esos sentimientos. También puedes unirte a un grupo de apoyo para poder escuchar cómo manejan su agotamiento otras personas en tratamiento.
Bebe suficientes líquidos.
La deshidratación puede provocar cansancio y confusión. Ten cerca una botella de agua y bebe a sorbos con frecuencia. Si no te gusta el sabor del agua sola, prueba a añadirle rodajas de limón, naranja o lima. Las sopas, la gelatina, los helados y el agua de las frutas y verduras también cuentan.
Merienda a lo largo del día.
Necesitas calorías para mantener tus fuerzas. Si se te quita el apetito, prueba a hacer de 5 a 6 comidas pequeñas a lo largo del día en lugar de tres grandes.
Reduce el consumo de azúcar.
Los alimentos azucarados aumentan tu energía, pero se te pasa rápido. Al final, te quedas aún más agotado. Para mantener estables los niveles de azúcar en sangre, prueba a picar una mezcla de proteínas, grasas y fibra, como una pieza de fruta con requesón o un puñado de nueces.
Come alimentos ricos en hierro.
Tu cuerpo necesita hierro para fabricar glóbulos rojos, que transportan el oxígeno por el cuerpo y te dan energía. Una escasez de hierro puede provocar anemia, lo que hace que te sientas muy cansado. Incluye en tu dieta alimentos ricos en hierro como espinacas, lentejas, judías, cereales enriquecidos y carne roja. También debes centrarte en los alimentos ricos en vitamina C, como las fresas y los cítricos, que ayudan a tu cuerpo a absorber el hierro. Pero no tomes un suplemento sin consultarlo antes con tu médico. El médico también puede hacerte una prueba de anemia y sugerirte una buena forma de tratarla.
Pedir ayuda.
Los amigos y los seres queridos querrán ayudarte durante el tratamiento pero puede que no sepan qué hacer. No tengas miedo de hacer peticiones concretas para cocinar las comidas, hacer recados o cuidar de tus hijos para que puedas descansar. O pide a un amigo que organice la ayuda para ti.
Sal a la calle.
Tanto si te sientas en la playa, como si observas los pájaros o das un paseo por un parque, el simple hecho de estar al aire libre puede ayudarte a sentirte más alerta y mentalmente renovado.
Habla con tu médico.
Lleve un registro de los momentos del día en que se siente más cansado. Empeora después del tratamiento? Qué hace que mejore? Cuando compartas esto con tu médico, puede sugerirte que pruebes otra medicación o que busques otras causas de tu fatiga.