Objetivos para controlar el estado de ánimo: Cómo enseñar a tus hijos
Por R. Morgan Griffin Este artículo pertenece al archivo de artículos médicos
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Cuando tus hijos eran pequeños, les enseñaste el abecedario. Les enseñaste a no morder a sus amigos. Pero ahora que son mayores, ¿les has enseñado a controlar su estado de ánimo?
Es algo que muchos padres olvidan, dice la doctora Laura Jana, portavoz de la Academia Americana de Pediatría. Pero es tan importante como cualquier otra habilidad que se pueda transmitir.
El estado de ánimo está en el centro de muchas de las decisiones que tomarán tus hijos, como qué comer, cuánto dormir y si hacer o no ejercicio. Si no tienen buenas maneras de afrontar los malos sentimientos, puede que no tengan la motivación para decidir hacer las cosas más saludables.
Y gestionar los estados de ánimo no es algo que las personas nazcan sabiendo hacer. Esperar que un niño de 10 años sepa simplemente regular su estado de ánimo es como esperar que un niño de 3 años sepa simplemente atarse los zapatos, dice Jana. No funciona así. Hay que enseñarles a hacerlo.
Es fácil dejar que esto se pierda en el radar de los padres, así que establece algunos objetivos que te ayuden a asegurarte de que es una prioridad. Estas son algunas buenas maneras de empezar.
Objetivo 1: Tener un plan para controlar los cambios de humor
Entonces, ¿qué debes hacer la próxima vez que tu hijo enloquezca por la injusticia cósmica de tener que recoger sus calcetines del suelo del salón? En lugar de discutir sobre su actitud, puedes:
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Reconoce que están molestos, pero no trates de discutirlo en este momento.
Deja claro que lo sientes por ellos, pero no intentes resolver el problema mientras están enfadados. Sólo conseguirás que te arrastren a una discusión.
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Dales tiempo para que se recompongan.
No hace falta que les mandes a su habitación, pero sugiéreles que vayan a algún sitio a refrescarse. La actividad física ayuda a los niños a quemar la frustración. Prueba a mandarlos a dar un paseo o a jugar unos minutos al baloncesto para que se despejen.
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Después de que se calmen, entonces puedes hablar.
Ahora puedes pedirles que te expliquen por qué están molestos y que propongan una solución racional.
Mantén este enfoque y repítelo cuando sea necesario, dice Jana. Estás enseñando a tus hijos valiosas lecciones: No pueden descargar su mal humor en otras personas, tienen el poder de elegir formas saludables de calmarse, y tú estás ahí para ayudarles cuando estén preparados.
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Objetivo 2: mejorar la comunicación
Es importante que sus hijos se sientan cómodos compartiendo con usted cómo se sienten, dice Roberta Golinkoff, PhD, portavoz de la Asociación Americana de Psicología. Saber lo que ocurre en la vida de tus hijos también puede ayudarte a prevenir posibles problemas. Procura poner en práctica estos buenos hábitos:
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Cenar juntos.
Hazlo con la frecuencia que puedas. Crea un espacio natural para que tu familia hable de lo que tiene en mente.
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Haz mejores preguntas.
Deja de preguntar ¿Cómo fue la escuela? porque todo lo que vas a escuchar es eh, bien. Golinkoff sugiere preguntar sobre el drama en la escuela o sobre sus amigos y compañeros. Tus hijos se sentirán más cómodos si no son ellos los protagonistas de la historia.
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Habla mientras haces otras cosas.
Si tu hijo siente que te sientas a hablar con él en serio, sus defensas pueden subir. Mantén la conversación informal haciendo otras cosas al mismo tiempo, como conducir, ir de compras o cocinar.
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No descartes lo que tus hijos sienten.
Es fácil pensar que la angustia de tu hijo por el drama del patio es una tontería porque a la larga no importará. Pero recuerda que para un niño estas cosas son realmente importantes (igual que lo fueron para ti, en su día). Así que entiende de dónde vienen, dice Jana, y resiste la tentación de restarle importancia a sus preocupaciones.
Objetivo 3: Limpiar las rutinas cotidianas
Las decisiones que toman tus hijos cada día los predisponen a estar de buen o mal humor. Ayúdales a adquirir hábitos saludables. Pueden crear una base sólida para sus emociones.
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Establece un horario diario.
Establece un ritmo regular para las actividades extraescolares, los deberes, la cena y la hora de acostarse. Se den cuenta o no, los niños necesitan una rutina, dice Golinkoff, y la falta de límites claros puede hacer que se sientan inquietos e infelices.
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Asegúrate de que tus hijos realizan actividad física con regularidad.
Sabemos que el ejercicio puede liberar sustancias químicas en el cuerpo que te hacen sentir bien. Y otras investigaciones demuestran que el ejercicio regular también puede hacer que los niños tengan más confianza en sí mismos y se sientan mejor.
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Ayuda a tus hijos a encontrar formas de relajarse.
Al igual que tú, los niños se estresan o se agotan cuando no tienen tiempo para relajarse. Pero es importante que encuentren otras formas de relajarse además de tumbarse frente al televisor o acurrucarse con el smartphone. En su lugar, dile que busque un lugar tranquilo en tu casa para leer, dibujar o escuchar música. O que pruebe a hacer ejercicios de respiración profunda o vídeos de yoga en YouTube.
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Piensa en el panorama general
No les enseñarías a tus hijos que está bien comerse un galón de helado o quedarse despiertos toda la noche con un videojuego sólo porque están tristes o estresados. Eso evitará que se apoyen en los malos hábitos sólo porque se sienten bien en el momento.
Y cuanto antes, mejor, dice Golinkoff. Porque no pasará mucho tiempo antes de que sus alumnos de primaria estén en la escuela secundaria y se enfrenten a problemas como las hormonas, el alcohol y las drogas, los exámenes SAT y el estrés universitario. Ayudar a sus hijos a aprender a modular sus emociones cuando son jóvenes puede ser difícil, dice. Pero luego vale la pena.