De los archivos del médico
Al igual que ocurre con otras experiencias subjetivas, como el amor, el miedo o la ira, no hay forma de medir objetivamente el dolor. Le pedimos al doctor Sean Mackey, jefe de la División de Tratamiento del Dolor y profesor asociado de anestesia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, que nos explique esta desagradable sensación que todos sentimos de diferentes maneras.
1. ¿Qué es el dolor?
El dolor es una palabra tan sencilla, pero el problema es que lo que la gente cree que significa no es realmente lo que significa. Todos mis pacientes tienden a asociar lo que les pasa en el brazo o en la espalda como un dolor ahí fuera, en el cuerpo. Pero no es así. Es algo que llamamos nocicepción, es decir, señales electroquímicas que se generan en nuestro cuerpo en respuesta a una lesión y que se transmiten por las fibras nerviosas hasta la médula espinal y el cerebro, donde se procesan y se convierten en la experiencia del dolor.
Por ejemplo, si te cortas el dedo, no es dolor en el dedo, es nocicepción. Pero "nocicepción" es una palabra terrible; no es exactamente lo que se dice, y no es fácil de recordar para la gente.
El dolor puede ser un evento agudo, que indica que hay un daño y que hay que alejarse de él. Por desgracia, cuando el dolor se vuelve crónico -cuando está presente durante largos periodos de tiempo después de que el tejido se haya curado-, podemos seguir teniendo esta percepción de dolor aunque no haya un daño o una lesión evidente en el tejido. En ese momento, el dolor provoca fundamentalmente reconexiones y alteraciones en nuestro sistema nervioso.
Debemos considerar el dolor como una enfermedad en sí misma, como cualquier otra enfermedad crónica, como la diabetes, el asma o las enfermedades cardíacas.
2. Cuáles son los mitos más comunes sobre el dolor?
Uno es que todo está en tu cabeza. Esto tiene cierta base de verdad, pero hay que tener cuidado. Sí, el dolor está todo en nuestro cerebro, pero eso no significa que sea inventado. Paso mucho tiempo con mis pacientes validando su experiencia del dolor y ayudándoles a entender cómo el dolor está realmente influenciado en el cerebro por una multitud de factores: el estrés, la ira, la catastrofización, la ansiedad, los sistemas de creencias, las expectativas... todos ellos juegan un papel importante en nuestra experiencia del dolor.
Otro mito es que hay que vivir con él. Primero tenemos que averiguar si hay alguna causa médica que pueda corregirse para el dolor de alguien, así que no se trata sólo de decirle a alguien que tiene que vivir con él. Pero a nosotros, los médicos, nos corresponde mostrar a la gente cómo manejar mejor ese dolor, ya sea mediante medicación, cirugía, fisioterapia y terapia ocupacional, o enfoques mente/cuerpo: todos ellos muestran un beneficio significativo en la reducción del dolor de los pacientes y les ayudan a mejorar la calidad de vida y el funcionamiento físico.
Otro mito es que los pacientes a veces creen que la medicación va a curar el dolor. La mayoría de las veces, los medicamentos ayudan a reducir o aliviar el dolor de los pacientes, pero en muy pocos casos tienen propiedades modificadoras de la enfermedad. La verdad es que, para muchas de estas afecciones dolorosas crónicas, no hemos encontrado curas específicas para el dolor, pero sí formas maravillosas de controlarlo.
3. El dolor crónico, ¿es diferente para hombres y mujeres?
Sí. Este es un tema candente en estos momentos. Lo que sabemos es que hay un mayor porcentaje de mujeres que experimentan dolor crónico: los datos de mi clínica son dos tercios de mujeres por un tercio de hombres. Las mujeres son más propensas a padecer ciertas afecciones dolorosas crónicas, como la fibromialgia y el síndrome del intestino irritable. Algunas afecciones tienden a afectar más a los hombres, como las cefaleas en racimo.
Las mujeres también son más sensibles al dolor evocado experimentalmente (dolor producido en un laboratorio o estudio de investigación): calor, frío, estímulos eléctricos, presión. Pero hay que tener cuidado de no interpretar este aumento en el sentido de que las mujeres son más débiles que los hombres, porque hay diferencias genéticas, hormonales y del cerebro central en las mujeres que creemos que pueden estar jugando un papel.
4. Qué nuevos fármacos o tratamientos prometedores hay en el horizonte?
Se están investigando fármacos que modulan [ajustan] la respuesta inmunitaria en ciertas enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide, que provocan dolor crónico. Algunos de ellos son prometedores.
Los investigadores están trabajando en enfoques de terapia génica para el dolor crónico, utilizando virus para activar y desactivar nuestras propias plantas químicas internas para liberar sustancias analgésicas. Un ejemplo de esto es cuando se tiene un subidón de corredor: se puede tener una terapia génica que lo active continuamente. Todavía están en una fase inicial, pero son prometedoras.
Los científicos están investigando diferentes formas de implantar estimuladores en nuestro sistema nervioso y en nuestro cerebro para desactivar las señales responsables del dolor. Creo que en el futuro veremos tratamientos interesantes para el dolor crónico.
5. Qué sabemos ahora sobre el dolor que no sabíamos hace unos años?
La mente y el cuerpo están muy vinculados, y la investigación demuestra cada vez más esa vinculación.
Recientemente, hemos desarrollado una tecnología [un tipo de resonancia magnética llamada fMRI, o imagen de resonancia magnética funcional] que nos permite centrarnos en una región específica del cerebro responsable de la percepción del dolor. Hicimos que la gente pensara en su dolor crónico como si fuera una experiencia terrible y horrorosa. Luego les pedimos que pensaran en él de forma calmada, tranquilizadora y agradable. Descubrimos que su actividad cerebral aumentaba y disminuía como consecuencia. Podían ver su actividad cerebral y, con el tiempo, acababan aprendiendo a controlar una zona específica de su cerebro y su dolor.
Aun así, seguimos utilizando predominantemente la IRMf como forma de entender mejor el cerebro y su relación con el dolor, pero todavía no está preparada para ser un tratamiento de primera línea. Sólo estamos en la punta del iceberg de la comprensión del papel del cerebro en el dolor.