Muchos adolescentes son perezosos, sedentarios y tienen sobrepeso. Esas son las malas noticias. La buena noticia es que los padres pueden marcar la diferencia, si aprovechan lo que realmente les gusta a sus hijos.
Los niños de Estados Unidos en peligro
Están gordos. Fuera de forma. Sedentarios. Dónde nos hemos equivocado?
De los archivos del médico
10 de abril de 2000 (San Francisco) - Pregunte a cualquier padre de un niño pequeño y le dirá que su pequeño y movedizo niño está constantemente en movimiento: persiguiendo pájaros, subiendo colinas y lanzando pelotas. Pero se ha convertido en una triste realidad de la vida americana que muchos de estos pequeños juguetones acaban fuera de forma y con sobrepeso cuando llegan a la adolescencia.
Las últimas estadísticas son demasiado familiares: Sólo el 25% de los estudiantes de secundaria del país participan en clases de educación física, según la actualización "Healthy People 2000" del Cirujano General. Los adolescentes estadounidenses sudan mucho menos que sus compañeros de muchos otros países, según una encuesta reciente de la Organización Mundial de la Salud. Y aunque la mayoría de los centros de enseñanza media de EE.UU. cuentan con zonas designadas para hacer ejercicio, pocos alumnos las visitan, excepto cuando se ven obligados a hacerlo en las clases de educación física, según un estudio publicado en el número de enero de Preventive Medicine.
Para cambiar esta lamentable situación, los investigadores han empezado a centrarse en los primeros años de la adolescencia como el momento más crítico para evitar que el interés de los niños por la actividad física decaiga. Las intervenciones correctas durante la adolescencia, dicen, dan a los niños la mejor oportunidad de desarrollar un hábito de ejercicio que les acompañe toda la vida.
Algunas de las razones por las que los adolescentes enérgicos se convierten en adolescentes perezosos resultan familiares para cualquiera que haya luchado por convertir el ejercicio en una práctica cotidiana. "Los niños viven en el mismo mundo que nosotros", dice el doctor Russ Pate, fisiólogo del ejercicio de la Universidad de Carolina del Sur en Columbia. "Tienen las mismas atractivas actividades sedentarias -televisión, vídeos y ordenadores- delante de sus ojos". Pero Pate y otros expertos coinciden en que los niños se enfrentan a una serie de obstáculos propios, como la limitación de las clases de educación física, los recortes en los recreos escolares y la falta de lugares seguros para jugar.
Para los niños que llegan a la adolescencia, no basta con eliminar estos obstáculos. Según el doctor Thom McKenzie, investigador de la actividad física de la Universidad Estatal de San Diego, durante los años de la enseñanza media las diferencias de tamaño, fuerza y destreza de los alumnos se acentúan, lo que provoca un mayor abismo entre los deportistas y los demás. Los niños que no son muy atléticos a menudo se desaniman en esta época. De hecho, McKenzie y sus colegas publicaron un estudio en el número de enero de 2000 de la revista Preventive Medicine que mostraba que sólo un 30% de los chicos y un 8% de las chicas de 24 escuelas secundarias del sur de California visitaban el gimnasio, la sala de pesas, la cancha de baloncesto u otros espacios de juego durante la hora del almuerzo. Y la mayoría de los que lo hacían se quedaban parados en lugar de jugar.
Pero los investigadores afirman que los padres pueden marcar la diferencia, incluso a esta difícil edad. Es fundamental, dicen, que los padres ayuden a sus hijos a encontrar una actividad que les guste, y que les ayuden a mantenerla.
"La clave aquí es dejar que el niño elija", dice el doctor Jim Sallis, educador físico también en el Estado de San Diego. "Si el niño quiere tomar una clase de karate o de aeróbic, el trabajo de los padres es ayudarle a encontrar la clase, o llevarle hasta allí, o hacer lo que sea necesario para que eso ocurra". De hecho, los niños cuyos padres los transportan de un lado a otro son los más propensos a seguir practicando sus deportes.
Cuando los adolescentes empiezan el instituto, se encuentran con un impedimento más adulto para hacer ejercicio: la falta de tiempo. Cuando las actividades extraescolares, los trabajos y las relaciones sociales se vuelven cada vez más importantes, la rutina de ejercicio físico puede quedar fácilmente en el camino. En esta etapa, es fundamental que los padres ayuden a los adolescentes a encontrar actividades que puedan incluir en sus horarios, y que les animen a sacar tiempo para realizarlas. Las actividades no competitivas -como el baile de salsa o el piragüismo- suelen ser atractivas porque pueden disfrutarse con compañeros de todos los niveles de aptitud física.
Por supuesto, la responsabilidad de abordar este problema no recae enteramente en los padres. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) intentan que los niños de todas las edades vuelvan a ir caminando al colegio, ya que actualmente sólo uno de cada diez niños lo hace. En mayo, los CDC publicarán una guía de programas comunitarios para ir a pie a la escuela que incluye herramientas para evaluar el estado de las aceras y consejos sobre cómo mantener a los niños seguros. ("Si un desconocido se ofrece a llevarte, di "NO"). Algunos institutos están introduciendo gimnasios -con secadores de pelo- para tratar de animar a los adolescentes a hacer ejercicio. Y los educadores de fitness están creando programas de secundaria y preparatoria diseñados para enseñar a los adolescentes la importancia de crear un régimen personal de fitness.
Hasta ahora, las investigaciones sugieren que los niños que participan en algunos de estos programas tienen menos probabilidades de ser sedentarios que los niños que cursan la educación física tradicional. "La oportunidad es el elemento crítico aquí", dice Chuck Corbin, PhD, un educador de actividad física en la Universidad Estatal de Arizona en Phoenix. "Si se da a los niños la oportunidad de ser activos y se les ayuda a encontrar algo que encaje, tienen muchas más posibilidades de convertir el ejercicio en un hábito para toda la vida".
En otras palabras, esos pequeños tan animados no tienen por qué convertirse en adolescentes torpes. Animar a un adolescente a que pruebe una actividad -ya sea lanzar un balón de fútbol frente a una multitud, ir de excursión por un tranquilo sendero de montaña o salir a la calle con un grupo de amigos- puede marcar la diferencia.
Sarah Henry, escritora independiente en San Francisco, ha escrito mucho sobre temas de salud y medicina.